dilluns, 12 de desembre del 2011

LOS AMORES - OVIDIO



 Libro primero – Elegía III (fragmento)



Extiende la mano en la mesa como el sacrificador en el ara, y desea a tu marido todos los males que en justicia merece. Ordénale que beba el vino que mezcla para ti, y en voz baja pide al esclavo el que
deseas. Yo tomaré antes que nadie la copa que devuelvas, y beberé en ella por la misma parte que
hayas bebido. Si acaso te ofrece algún manjar que él gustase primero, recházalo, porque lo ha tocado su
boca. No consientas que ligue sus brazos a tu cuello, ni reclines tu linda cabeza sobre su helado cuerpo
no le dejes que introduzca la mano en tu seno turgente, y sobre todo, evita darle ningún beso, pues si
se lo das, me declararé a voces tu amante, gritando: «¡Esos besos son míos!», y extenderé hacia ti los
brazos. Esto al menos lo veré; mas lo que cela el cobertor de la cama, eso es lo que teme la ceguedad
de mi pasión. Que no se atraviese su pierna con la tuya, ni se choquen vuestras rodillas, ni tus pies delicados tropiecen con sus pies de gañán. ¡Ay, desgraciado!, temo muchas cosas, porque las hizo mi
insolencia, y me atormenta el miedo de mi propia conducta. ¡Cuántas veces mi voluptuosidad y la de
mi prenda supieron encontrar bajo el vestido dulcísimos entretenimientos! Tú no hagas cosa semejante,  y para disipar mis sospechas, aligérate del manto que envuelve tu cuerpo. Insta a tu marido a que
beba sin cesar, mas no acompañes tus ruegos con los besos; mientras bebe, echa furtivamente vino
en la copa, y cuando caiga amodorrado por el vino y la embriaguez, tomaremos consejo del lugar y
la ocasión. Al levantarte, dispuesta a volver a casa, nos levantaremos todos; apresúrate a mezclarte
entre el bullicio de la turba, que allí me encontrarás o te encontraré yo, y entonces pálpame con tu fina
mano cuanto puedas. ¡Ay infeliz1, mis advertencias sólo aprovechan pocas horas; la noche me obliga a
separarme de mi dueña; por la noche su marido la tendrá encerrada, y yo triste y anegado en lágrimas,
sólo osaré seguirla hasta la puerta cruel. Ya te llenará de besos, ya no se satisfará con ellos solamente;
los favores que me concedes en secreto te los exigirá como débito; no se los concedas sin pesar
(esto puedes hacerlo), como si cedieses a la violencia: enmudezcan tus caricias, y que Venus se
goce en atormentarle. Si mis votos y deseos algo valen, no experimentará ningún placer; si nada
valen, al menos no lo experimentes tú; mas sea cualquiera el proceder que adoptes durante la noche,
a la mañana siguiente júrame, que nada le has con cedido.